sábado, 18 de abril de 2009

Pariendo ideas

Ser mamá, es lo mejor que me ha pasado en la vida, verdad de corazón. Esperé para incursionar en la maternidad porque tenía mucho miedo; miedo al parto, al dolor, al hospital, pero sobre todo, a no ser una buena mamá, a ser para mi hijo un motivo de rechazo, en lugar de un remanso donde abrevar cuando así lo necesitara.
Varios meses estuve conjurando a ese bebé en mis pensamientos, cuando finalmente me sentí lista para esta divina aventura, comenzamos la amorosa tarea de concebirlo y la respuesta fué inmediata, sé incluso la fecha en que lo concebimos.
Durante mi embarazo me sentí más viva y hermosa que nunca, absolutamente plena!
Siempre he recurrido a la lectura en busca de las respuestas a mis dudas, así que en cuanto me supe embarazada comencé a leer cuanta fuente de información me pareciera adecuada a mis creencias y necesidades. Encontré muchísimas páginas sobre el parto en casa así como infinidad de recomendaciones acerca de cada uno de los pasos a seguir a fin de conducir a la madre y al bebé a tener el mejor parto posible sin anestesia ni intervenciones innecesarias.
Me armé con hojas y hojas de información que hasta la fecha conservo, pero que no supe compatir adecuadamente, igual que no pude convencer a la mayoría de mis familiares para apoyarme en la obtención del parto que deseaba tener.
Me dí cuenta de, que el miedo está muy incrustado en nuestras conciencias, que nos hemos despegado de las funciones de nuestros cuerpos de tal manera, que nos parece tremendamente riesgoso el parto si no es dentro de un hospital. Preferimos esa aparente seguridad, al placer inmenso de vivir un parto consciente, libre, natural, rodeado de quienes nos aman, si así lo deseamos y sin prisa por cortar el cordón, ni gotas en los ojos ni auscultaciones invasivas y demás.
Tengo muchísimo que decir sobre este tema que me llama intensamente y en posteriores posts lo seguiré haciendo, por lo pronto quiero expresar que creo que lo más importante al momento de dar a luz, criar un hijo, o, realmente hacer lo que sea, siendo las anteriores unas de las experiencias más intensas, ricas, poderosas y exigentes en la vida de una mujer, es necesario escuchar, escuchar lo que el cuerpo y el espíritu tiene que decirnos, lo que nuestro instinto sabio nos susurra y a veces nos grita, hacerlo con la atención y el respeto que hemos dejado de tenernos y, erróneamente, hemos depositado en extraños con un diploma que no pueden saber más que nosotras acerca de nuestro cuerpo y nuestras necesidades, recursos y deseos.
Escuchar y luego actuar, movernos en dirección a ese llamado, confiar en nuestra sabiduría, amarnos lo suficiente para atrevernos a apoyar nuestros más anhelados sueños.
Yo no estuve lista, pero aprendí mucho de mi experiencia, así como aprendo cada día de mi maternidad, de mi hijo y de mí misma en este hermoso y complejo proceso de vivir, aprendo y me enriquezco con las voces de muchas mujeres que como yo, sueñan y ponen en práctica una crianza más cercana a lo natural e instintivo, menos mecanizada e industrializada, menos dependiente de los "expertos" y más en comunión con nuestros corazones.
Confío en que juntas y juntos, podamos retornar a lo que llevamos inscrito en cada una de nuestras células y memoria colectiva, retomemos esa riqueza inmensa y usemos la medicina y la tecnología a nuestra disposición con sabiduría para que apoye nuestros propósitos y no en detrimento de los mismos.
Desde aquí mi reconocimiento y admiración a todas las mujeres que somos madres y especialmente a aquellas valientes que se han atrevido a seguir los impulsos de su corazón y sus entrañas, haciendo lo necesario para parir y criar obedeciendo a sus instintos.

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