jueves, 14 de octubre de 2010

Educar sin castigos o algo así...

Hace una semana que leí el tema de ésta semana del CARNAVAL DE BLOGS y no he sido capaz de escribir hasta hoy.
Cómo me ha hecho reflexionar este tópico.
La salida fácil sería escribir sobre lo que los expertos recomiendan y las consecuencias de estas acciones, pero... no fingiré que soy la madre ideal: ecuánime y siempre centrada, zen.
A pesar de mis esfuerzos,cada día, en relación a mi hijo, hay por lo menos un momento en el que pierdo la paciencia, me enfado, digo cosas que no quiero y de las que luego me arrepiento, a veces amenazo, soborno y chantajeo.
Jamás golpeo, pero en realidad no importa tanto si son golpes, jalones, palabras hirientes, miradas amenazadoras o humillaciones: el resultado es similar.

Para mí, el castigar lleva implícita una intención de desquite - Te castigo porque me enojó tu comportamiento y como quiero desahogar mi sentimiento de frustración, ira, molestia, verguenza o lo que sea, te hago sentir mal para yo sentirme mejor, pero como aceptar esto me resulta intolerable, justifico mi acción con el discurso de "lo hago por tu bien", para "educarte". Y hasta me convenzo de que esa es la verdadera motivación detrás de mis actos.

Castigar, en mi opinión, es inflingir dolor, ya sea físico o emocional, y creo que la "necesidad" de aplicar un castigo proviene de una sensación de pérdida de poder por parte de quien lo ejecuta y, en su inconciencia, busca "recuperarlo" ejerciendo su capacidad de dominación del otro por la vía de la fuerza.

Concientemente pienso que jamás desearía eso para mi hijo, que lo defendería ferozmente de quien lo lastimara, pero, ¿qué pasa cuando soy yo quien le hiere?
Pedir disculpas, explicar, besar y abrazar, ¿acaso borran lo hecho y dicho en un momento de inconciencia?
Seguramente no, pero quiero creer que al menos lo atenúan y que permanecerá más firme en su alma todo aquello que logro realizar en conciencia, mientras me mantengo en sintonía con lo verdaderamente importante, cuando puedo sintonizar con mis emociones, necesidades y límites a la par de los de mi hijo y expresar lo que estoy sintiendo y necesitando de formas sanas y claras, en lugar de sólo reaccionar.

De momento yo navego entre las palabras, siempre tratando de expresarle a mi hijo el por qué de mis acciones, de las "reglas", negociando, dialogando, llegando a acuerdos, sin manual explícito, guiándome por el sentimiento, el instinto y por mi hijo mismo.
La mayoría de las veces éste método funciona y convivimos en paz y alegría, otras no, nuestros temperamentos y deseos chocan y se desata la tormenta, la lucha de poderes en que caigo sin darme cuenta y en la que siempre siempre salimos heridos ambos.

Ser padre/madre es una labor inmensa e increíblemente compleja para la que definitivamente nunca estaremos suficientemente preparados sin importar nuestra crianza, nuestra educación, lecturas y demás. Claro está que todo ello influye en un sentido u otro, pero aceptémoslo: Nuestros hijos son los maestros más importantes que jamás tendremos, los que ponen a prueba cada una de nuestras verdaderas creencias y las sacan a la luz para que las veamos a ojos abiertos y las trascendamos si nos atrevemos y nos comprometemos a hacerlo. A veces ese crecimiento interno y esa confrontación tan cruda con nosotros mismo no puede afrontarse más que a partir de la motivación que nos dan nuestros hijos y el infinito amor que les tenemos.

La maternidad es un viaje hacia la conciencia y aunque no siempre lo logro, intento estar a la altura del reto, intento con inmenso amor, con alegría, a veces con intenso cansancio o incluso con agobio, este andar, de la mano de mi hijo, escuchándolo atenta, viéndolo arrobada de amor y agradecimiento por tenerlo aquí a mi lado, sumergiéndome en su inocencia, sorprendiéndome con su sabiduría y sintiéndome translúcida ante su limpia mirada.

Mi hijo me enseña a diario a soltar la ilusa creencia de que yo tengo el control. Me muestra que la vida no se planea, se vive como es a cada instante y que si yo me enfurruño, me enojo y me desespero porque las cosas no son como yo las quiero, él en cambio ríe, juega más, grita, brinca, corre, se enoja, llora y expresa su ser entero tal cual es a cada momento, sumergiéndose en cada emoción sólo durante los breves instantes en que lo necesita para vivirla a totalidad y luego olvidarla, pasando a la que sigue.

También me enseña que él me ama tal cual soy, con mis intentos, mis aciertos y mis errores y que, tras el caos, siempre hay una nueva oportunidad de aprender a amarme y amarlo con el nivel de amor que él me ofrece cada día, ese amor intenso y turquesa, oloroso a pasto, a tierra mojada, a dulce y a cabecita sudada, teñido de deditos coloridos y lleno de morusitas de manzana.

sábado, 9 de octubre de 2010

CARNAVAL DE BLOGS

Ayer ví por medio de facebook, una invitación hecha por Lau, creadora del blog TARKUS KIDS para escribir un post relacionado con el tema CRIAR Y TRABAJAR haciendo así un "Carnaval de blogs de educación consciente y crianza respetuosa".
La idea me encantó y como me enteré el mismo día en que había que entregar los escritos, rauda y veloz me puse a escribir un intento de post fluido y bien redactado que expresara mi opinión general sobre el tema. Aunque el post me gustó, siento que tengo mucho más por decir, pero bueno, ya lo iré haciendo, lo importante es que se den una vuelta por el blog que les mencioné y puedan ahi accesar a los otros post que se hicieron sobre el tema, que seguro serán por demás interesantes, yo apenas los voy a leer ;)

Ayer ya con la prisa, no extendí la invitación y sólo escribí mi post lo mejor que pude en el breve tiempo que tuve disponible para hacerlo, pero, me encantaría conocer la opinión sobre el tema de tantas de ustedes que leo... Si alguna decide escribir sobre eso, por favor no deje de avisarme, me encantará leerlas y leerlos.
Y muchas gracias a Laura Mascaró Rotger por abrir esta oportunidad, que creo tendrá muchas más ediciones y por la labor que realiza en pro de la educación respetuosa y la educación en casa (homeschooling).

viernes, 8 de octubre de 2010

De Criar y trabajar o de todo lo que se me ocurrió escribir aunque ya no tenía que ver con el tema ;)

Durante casi 5 años fuí maestra de maternal en un kínder. Los niños a mi cargo tenían dos años y medio en promedio. A raiz de estar en contacto constante con ellos y sus madres, llegué a la conclusión de que los niños de madres cuyo trabajo les mantenía lejos de sus hijos durante la mayor parte del día, a menudo tenían comportamientos agresivos a sí mismos y a los demás, entre otras cosas.
En ese entonces no era madre y de haberlo sido, mi conclusión hubiera sido seguramente muy distinta, porque ajena al mundo de la maternidad, me era muy sencillo juzgar el comportamiento de las madres e incluso en mi mente, solucionar los problemas que tan claros le parecían a mis jóvenes e inexpertos ojos.

Ahora soy madre y entiendo que una nunca puede ser todo lo que deseaba ser como madre, que no puede evitar caer en ciertos comportamientos y actitudes que se juró nunca realizar y que, para resumir, maternar es adentrarse en un universo que una cree conocer pero en el que nunca termina de sorprenderse y aprender, de conocerse y de crecer.

Yo tuve la fortuna de poder elegir si quería trabajar fuera de casa o quedarme, muchas mujeres simplemente no la tienen. Y yo decidí hacer de la crianza de mi hijo mi trabajo a tiempo completo, al menos en teoría, porque en la práctica como suele suceder, las cosas no son tan simples.

Tras los dos primeros años de vida de mi hijo en los que mi enamoramiento y asombro permanecieron intocables, mi estancia en casa como mamá de tiempo completo fué maravillosa.
A partir de los dos años y medio comencé a sentirme cada vez más inquieta, con deseos de volver a pintar, de crear, de tener más tiempo para mí para escribir, salir, conversar de otros temas que no tuvieran que ver con los ires y venires de la vida hogareña y maternal, quería, necesitaba tiempo a solas para dormir, hablar en voz alta o simplemente..pensar sin interrupciones constantes.

Ha sido todo un desafío para mí conciliar mis deseos y necesidades con los de mi hijo, o al menos con la idea que yo tengo de nuestros deseos y necesidades. Es un desafío criar a un hijo sintiéndose tantas veces incompetente, a punto de cometer un error que traumará al hijo en cuestión de por vida o cayendo en el rol de la madre sufrida en el que se termina agotada, resentida y creyendo que una se merece casi casi una canonización por "todos los sacrificios que hace".
Es un reto ser madre en cualquier tiempo y circunstancia porque la maternidad nos enfrenta a nosotras mismas de una manera espectacular y nos pone, en el mejor de los casos, a cuestionar nuestras creencias y el trasfondo real de nuestras acciones. Es todo un reto ser una madre presente e informada en estos días en que la información, toda clase de información abunda en la red y donde uno accede a tantas teorías que en ocasiones parecen multiplicar en nuestra mente las posibilidades de ser una madre ineficiente, y lo peor de todo, de hacerlo con conciencia de nuestra (aparente) ineptitud.

Yo de verdad creo que trabajar o no trabajar fuera de casa mientras se es madre es un asunto absolutamente personal y que una madre informada y consciente, amorosa puede conciliar (o al menos intentarlo) su vida laboral ya sea por necesidad o por gusto, con su labor de madre.
Conozco mamás que, increíblemente se las arreglan para trabajar fuera de casa y al llegar a su hogar pasan tiempo de calidad con sus hijos y pareja, salen a pasear y mantienen sus amistades, atienden a reuniones espirituales, visitan a los familiares, hacen comida y limpian la casa....
Sé que lo hacen, cómo?, ni idea. Pero son madres felices, sanas, con hijos felices que no dejan de desarrollarse maravillosamente porque van a una guardería, ni porque no usan pañales de tela o porque comen azúcar y toman refresco.
Y el que eso me maraville muestra qué tan bombardeadas de información y de "debes" estamos las madres que no sentimos informadas o intentamos estarlo.

Yo creo fervientemente que no hay un patrón en el que acomodarnos a la hora de ser madres, que increíble y maravillosamente, nuestros hijos vienen tan bien equipados que a pesar de nuestros intentos y carencias, nuestra sociedad, las escuelas, las vacunas, la comida chatarra, la televisión y las creencias de moda así como las de la antigua escuela (agreguen aquí todos los etcéteras que consideren pertinentes), terminan desarrollándose bastante bien. Y conste que hablo de crianzas "promedio", si es que tal cosa existe, en las que no hay violencia ni maltrato deliberado,por supuesto.

Más que sumergirme en un debate o un análisis sobre el efecto que tiene sobre un hijo el que su madre trabaje o no y todas las derivaciones en su vida que surgen de esa decisión, quiero expresar que en mi opinión una de las mejores enseñanzas que como madre puedo darle a mi hijo es ser honesta conmigo misma y amarme como soy. Y con eso me refiero a que no me fustigaré interiormente (o intentaré no hacerlo) por no ser la madre que quisiera y no logro ser, esa que está en sintonía con los ciclos de la naturaleza y de sí misma y vive de acuerdo a ello, que transfiere su respeto y amor por el planeta a cada uno de sus actos y decisiones, que es amorosa, divertida, paciente y presente la mayor parte del tiempo, que mantiene conciencia de que su hijo no es una extensión de sí misma, sino un individuo que merece todo su respeto y por tanto no cederá al impulso aprendido de manipular, amenzar, ni de coaccionar su comportamiento usando todo tipo de triquiñuelas absurdas, que sabe poner límites amorosos y decir no cuando verdaderamente quiere decir no y sí sólo cuando conscientiza a lo que se está comprometiendo al asentir, que consume conscientemente y pone especial cuidado en lo que ella y su familia comen, leen, ven y escuchan, que piensa antes de actuar y decir para no impregnar a su hijo con sus prejuicios e ignorancias, que sabe vivir acorde a sus prioridades, entre las cuales está por supuesto el bienestar integral de su hijo, que permite y promueve la libre y sana expresión emocional y de pensamiento, que educa en casa sin sentirse abrumada por la constante presencia, interrogantes y curiosidad natural de su pequeño y que camina en pos de su plenitud sin abandonar sus sagrados deberes como madre y pareja. (y amiga, hermana, nuera, cuñada, etc.)

Jajajaja, sencillo no?
Pues no!, para mí como madre es una lucha cada día y (en días menos afortunados, cada hora,) por conciliar los deseos que surgen de mí y que a veces ni siquiera coinciden con mis necesidades, con los de mi hijo, que a menudo presenta esta misma disyuntiva aunque no tan frecuentemente, debo agregar. Para mí es ya de por sí un reto educarme y entenderme a mí misma y digerir toda esa información que leo que en teoría me parece maravillosa pero en la realidad me abruma y me parece tan lejana, para después intentar aplicarla a mi vida cotidiana, para mí es un reto diario el asumir, por absurdo que parezca, que ya no soy una niña, ni una novia consentida, sino una madre, una pareja y una ama de casa que tiene como deber el organizar todos estos roles de una manera al menos levemente eficiente sin caer en el caos total ni en la locura.

Trabajar o no fuera de casa, dar pecho o no, vacunar o no, comer orgánicos o no, educar en casa o no, ser ecológica o no, saben? Creo que eso no nos hace ni mejor ni peor madres, creo que lo que nos hace mejores personas y en consecuencia mejores madres, amigas, mujeres en general, es ser auténticas y dar lo mejor de nosotras cuando podamos y descansar cuando no podamos seguir, pedir ayuda cuando estemos cansadas, mostrarnos vulnerables y humanas ante nuestros hijos, con dudas e ignorancias, con errores, infinitud de ellos, pero con nuestra mejor disposición de aprender, enmendar, pedir disculpas, reirse de una misma de vez en cuando y no tomarse tan en serio y de cada día, despertarse agradeciendo lo que somos, lo que hacemos, las bendiciones que tenemos y tratar de seguir sintiéndonos agradecidas al llegar la noche, de poder sentirnos satisfechas no porque estamos siguiendo las reglas de nuestro librito personal, sino porque, hagamos lo que hagamos, estamos haciéndolo en conciencia y con profundo amor, o al menos...intentándolo.